La fallida política monetaria.
Econ. Ana Isabel Belmonte. PhD
Comité de Economía de la AEEC

La fallida política monetaria

La persistente intervención del Banco Central de Venezuela, BCV, para anclar artificialmente el tipo de cambio y aliviar el ritmo de la inflación en nuestra muy dolarizada economía, pierde efectividad ante los problemas de oferta de la divisa y las presiones de la demanda.

La escasez de dólares en efectivo es consecuencia de restricciones externas y locales. Los problemas para aumentar la producción petrolera nacional y para su exportación por el cerco de las sanciones financieras internacionales, se suman a la tendencia a la baja de los precios del barril en el mercado mundial.

Además, la entrada de los pagos por las ventas de crudo, tramitados por intermediación de Rusia, también sancionada financieramente por el conflicto geopolítico, se han ralentizado. Y el crudo ruso compite con el criollo en los mercados asiáticos, restando ventas a pesar de los altos descuentos ofrecidos por Pdvsa. 

Los cuellos de botella en los ingresos externos mermaron las reservas internacionales líquidas que, a octubre, última publicación del BCV, han caído 18,5% en 2022 y 16% interanual; propiciando intervenciones cambiaras más espaciadas y menos cuantiosas.

A lo interno, la reiterada política de financiamiento monetario del déficit, mediante milmillonarios préstamos del BCV a PDVSA, sirven de instrumento para enfrentar el menor flujo de entrada de divisas y cumplir con los compromisos de gasto público, que son históricamente mayores en el último cuatrimestre del año.

Para aliviar el flujo de caja, el BCV combina desde octubre el financiamiento monetario con el deslizamiento intencional del tipo de cambio oficial, lo que le permite generar más bolívares a partir de menos dólares, pero acelerando el incremento de la liquidez monetaria que impulsa a la inflación, al tipo de cambio y abre la brecha cambiaria.

También, el Ejecutivo aplicó desde agosto el fraccionamiento del pago de beneficios salariales hasta en cuatro partes, de forma que su equivalencia en dólares se diluyó en el tiempo producto de la escalada del tipo de cambio. Así, los empleados del sector público y quienes tienen poco o ningún acceso a divisas absorben el mayor efecto de estas medidas.

Fuente: Propia. Datos BCV, OVF, 2022.

El deterioro del poder adquisitivo del salario básico, claramente insuficiente desde que en marzo se decretó en 130 bolívares equivalentes para entonces a 30 dólares, el 14 de diciembre equivalían a 8,81 dólares al cambio oficial y 7,47 dólares al paralelo.

Desde el reinicio del alza de la inflación en abril, se refuerzan las expectativas alcistas de los agentes económicos, que continúan refugiándose en el dólar a pesar de las medidas oficiales para desincentivar el uso de la divisa en nuestra economía, como fue la reversión de las transferencias intrabancarias en divisas y la reforma al Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF).

La política de intervención cambiaria comenzó a perder efectividad desde mediados de julio, la brecha cambiaria se amplió hasta provocar el shock del 22 de agosto, y los tipos en ambos mercados se incrementaron más de 36% ese mes, un máximo del 2022 que ya a mediados de diciembre amenaza con romperse.

Fuente: Propia. Datos BCV, Dólar Monitor, 2022.

Las inconsistencias de la política monetaria alimentan a la demanda. El muy elevado encaje legal, la política de represión salarial y el anclaje cambiario no pudieron sostener la disminución de la inflación, que para noviembre acumuló 213% interanual según el Observatorio Venezolano de Finanzas, mientras que, según el BCV y sus muy cuestionados y demorados datos, alcanzó 156% en octubre.

El anclaje artificial de la tasa de cambio en un contexto de muy alta inflación, sin disponibilidad adecuada de reservas internacionales, en un mercado cambiario opaco, de diseño defectuoso y con enorme poder interventor del único proveedor, el gobierno, generan incertidumbre y nada han hecho por ganar confianza en el bolívar.

Mientras mayores son las expectativas de inflación, más aumenta la compulsión por evitar saldos en moneda local. En la medida que la depreciación avanza, suben las expectativas de que va a seguir subiendo. El ritmo de la reactivación se ha desacelerado y es que nada se hace por promover un crecimiento recuperador y sostenible. Sin crédito no hay crecimiento.

La política monetaria del siglo XXI es una política fallida. En la prevalencia del pragmatismo sobre la racionalidad el gobierno agotó su menú de opciones y el costo de mantenerse antifrágil luce incremental.

Al incremento de 29% del dólar en noviembre y otro 28% los primeros 14 días de diciembre, con una brecha cambiaria que ha rozado el 30%, el ejecutivo reacciona anunciando controles de precios y la retórica del fantasma del dólar criminal. Mientras el dólar oficial se ha depreciado 60% en el año y 73% el paralelo, continúa la caída libre de los ingresos, y sus dramáticas consecuencias.