LA POLÍTICA EXPLICADA A TRAVÉS DE BREAKING BAD

Muchos de los lectores habrán visto la afamada serie televisiva Breaking Bad. Quién no y tiene interés de verla me tendrá que disculpar el spoiler. Un profesor de química de un Instituto en la ciudad de Alburqueque, Nuevo México es diagnosticado de un cáncer pulmonar. Ante su segura muerte y la precariedad de sus ingresos, decide dedicarse a la producción y venta de metanfetamina, para reunir el suficiente dinero que garantice el futuro de su familia.

Siguiendo la máxima maquiavelana se pudiera decir que el “fin justifica los medios”. Temporalmente se dedicará al negocio de la droga, del cual al final saldrá, bien por la muerte producto del cáncer, bien porque la meta establecida para salvaguardar el futuro financiero de la familia, se logra.

Por: Prof. Yvan Serra

Quienes siguieron la serie, darán cuenta de la transformación del personaje. Mantener el negocio implica matar a clientes que no quieren pagar, asociarse con personajes de cada vez mayor maldad y con mayores recursos, enfrentarse a una competencia que no tiene ningún remilgo para deshacerse de ellos. En principio mata por sobrevivir. Luego matará para sacarse la competencia de encima, o dejará morir gente que simplemente le estorba en su negocio. De un químico mediocre, con una familia normal, pasa a ser un mafioso desalmado.

Las metas financieras se cumplen. Al principio necesitado de unos centenares de miles de dólares para pagar la subsistencia de su esposa hasta su ancianidad y los estudios universitarios de sus dos hijos. Pero ya tiene millones de dólares y ningún interés por dejar el negocio. En el capítulo final, ya vencido por el cáncer y fuera del negocio, oculto de la policía y de las bandas criminales, se enfrenta con la esposa, le confiesa, que al final el mantenimiento de la familia, ya no era el fin. Le agarro el gusto a sentirse poderoso. Ya no era la seguridad financiera, sino el placer del juego y el reconocimiento que lograba en el negocio. Ya el medio, no era el medio. Era el fin.

En paralelo, veamos un presidente que llega electo a cualquier país con buenas intenciones. Pero la política, como diría Max Weber, no es un oficio de santos. Lograr la paz acabando con los maras, la redistribución de la riqueza obtenida por una clase empresarial que vive de la renta del estado, parecen buenos argumentos para una política de línea dura. Luego tropieza con una competencia que puede jugar duro. Ellas intentan usar las instituciones para sacarlo del juego. Por tanto, hay que tomar las instituciones entonces para blindar el poder. Los medios de comunicación se dedican a torpedear su obra, por tanto, silenciarla se transforma en otro objetivo político. Luego el período constitucional de gobierno termina siendo poco. La supervivencia de las alianzas formadas requiere que el poder se mantenga y las metas no se han logrado. La división de poderes, a través del cual Montesquieu preveía el control de los poderes para evitar el despotismo se diluye en meros formalismos y figuras retóricas. Los fines siempre justifican los medios. La constitución debe modificarse para permitir que el partido siga mandando.

Y todo se hará en nombre de la democracia. Bajo un caudal de votos, se aprobarán leyes que harán más difícil el juego democrático. Con un 82% de lo votos, cree que el camino está logrado. Ese numero tan cercano a 100 es una patente de corso para que su sola voluntad se imponga. Ya abiertamente dice que no hace falta reformas constitucionales para nuevas reelecciones. Pero todo cae. En algún momento, ya no será tan popular. Ese día muy probablemente los salvadoreños, querrán cambio. No será tan fácil. Al final, y ya entronizado el poder, nunca reconocerán que el poder nunca fue un medio, que siempre fue el fin.